los suaves sones de los que eres dueña,
blando cráter con el que siempre pacto
la lava que a mi boca pule exacto.
Como fuego en la noche es su enseña.
Mas ese mar, el cráter, las colinas,
podrán ser paüsado, blando y suave,
y el secreto deleite ser conciso,
que sólo con tus lagos adivinas
el porqué de que en bella flor no acabe
imitando costumbre de Narciso.
II
Eres el mar que muerde mis arenas,
pincel que invade mi alma incolora,
primavera que en mi desierto aflora.
Fulgente, toda sombra mía apenas.
Eres el antes, el después, el ahora,
las manos que me apresan con cadenas
sordas de tentaciones de sirenas.
Ósculo de Carón que se demora.
Todo fin eres donde me sentencio,
la llama que en la noche se proclama,
alas con que escapar del laberinto.
Ritma este céfiro que tanto brama
y no vuelvas tu música al silencio,
que fúnebre es la dicha del jacinto.